

Ámsterdam creció como puerto y ciudad comercial, importante lugar de encuentro de mercaderes y productos venidos de todo el mundo.
Seguro que en este origen multicultural reside la convivencia actual de personas tan diversas y ese halo de libertad y tolerancia que se percibe en la capital holandesa. En el comercio poco importaban el color de piel o la religión profesada, antes bien se miraban cuestiones como la fiabilidad de las personas con las que se realizaba las transacciones o el precio y la calidad de las mercancías que ofrecían.
Hoy, la presencia de ciudadanos de más de 140 nacionalidades distintas fruto de esa secular tolerancia, confiere a la ciudad una tonalidad cosmopolita única
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